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LA RESILIENCIA DE LA GALERÍA CASA CADAVID EN ÉPOCA DE PANDEMIA



El rechinar de la madera de una vieja puerta, que de entrada advierte sobre lo que evoca este lugar, da la bienvenida a la galería Casa Cadavid, un sitio que intenta sobrevivir a la soledad que contagió a Villavicencio en época de pandemia por coronavirus. Le sigo los pasos a Gerardo Cadavid, un tipo descomplicado, con el cabello sobre los hombros, camisa remangada y botas grises, quien está al borde de los 60 años. Este hombre, quien es fotógrafo y artista plástico, nació en Icononzo (Tolima) y está radicado en Villavicencio desde hace 21 años; tiempo que le permitió enamorarse de la ciudad.
Él es el alma de este sitio. Eso queda claro en la emoción que reflejan sus ojos mientras recorre cada centímetro de este espacio, que con ilusión ha construido a lo largo de los años y que en varias oportunidades ha sacado, con esfuerzo, de cuidados intensivos. Tal vez por eso se escucha tranquilo cuando habla sobre la soledad que vive su casa galería, mientras disimula la incomodidad que le genera un tapabocas de color azul oscuro.

Mientras la ciudad trata de practicar el distanciamiento social, a él nada lo aleja de este pequeño mundo, repleto de antigüedades y arte. Por eso, periódicamente entra para limpiar las reliquias y cuidar las inspiradoras obras que él y otros artistas realizaron para darle vida a la galería Casa Cadavid.

Desde la carabina de Guadalupe Salcedo, un regalo de la escritora Silvia Aponte (QEPD) hace varios años, hasta un recorte de la edición del Periódico Eco de Oriente del 8 de diciembre de 1940, Gerardo cuida con esmero. Las antiguas cámaras fotográficas, pinturas, esculturas y objetos de culturas indígenas permanecen intactos, como aquel día de su más reciente reapertura en octubre del año pasado.

Mientras me observa un retrato de van Gogh, la primera obra que pintó Gerardo Cadavid, recorro el segundo piso acompañado por el continuo ruido que hace el tablado cuando camino. Son tantos los personajes, episodios e historias detrás de cada maravilloso objeto antiguo y obra de arte, que a cada paso que doy me embeleso más y el tiempo se me hace corto.

La casa Cadavid debe ser una casa museo y si tengo apartamento habrá cuadros hasta en el techo

En medio de ese mar de relatos, uno de los más fascinantes es el de la historia de cómo nació la idea de crear este lugar. “Un día fui al mercado de las pulgas (cuando vivía en Bogotá) y compré una vieja silla, que todavía existe. Me costó $4.000 y estaba toda destartalada”, contó Gerardo, en medio de risas. Lo curioso fue que no le alcanzó para el taxi, por lo que le tocó llevársela al hombro y cuando se cansaba, la ponía sobre el andén y se sentaba para ver pasar los carros.
Ese día, relata emocionado mientras lleva sus manos a los bolsillos de atrás del pantalón, sacó fiada una botella de aguardiente donde doña Paulina, la dueña de la tienda del barrio en el que vivía. Se la bebió en compañía de su esposa Carolina, mientras escuchaban música de Sandro, Raphael y baladas americanas. Así celebraron la compra de la famosa silla.
“Le dije a Carolina: de aquí a mañana con esta silla, la casa Cadavid debe ser una casa museo y si tengo apartamento habrá cuadros hasta en el techo”, expresó Gerardo, a quien esas despeinadas cejas, que poco a poco son invadidas por un color cenizo, delatan la nostalgia que experimenta en su relato.

En 2004, cuando ya vivía en Villavicencio, Gerardo abrió las puertas de la Casa Cadavid en el segundo piso del local conocido hoy como Samán del Parque, frente a la Plaza Los Libertadores. Fue un sueño cumplido, dice él. Y sí, su voz trata de irse cuando evoca ese momento maravilloso, en el que no le importó invertir una importante cantidad de dinero con tal de cumplir esa fantasía.
A pesar del empeño que caracteriza a este hombre, quien trabajó varios años haciendo televisión en la capital del país, a los siete meses terminó el primer intento de Casa Cadavid.
Años más tarde, el proyecto regresaría en un local ubicado en la famosa ‘Calle real’ y, después, en el lugar en el que está hoy. Pero de nuevo el impulso no fue suficiente para evitar otro cierre.


Arte en cuarentena
Hoy, tras ocho meses de una nueva reapertura y en otra etapa como galería, Casa Cadavid se resiste al olvido. Eso lo tiene claro Gerardo, quien ha aprovechado la cuarentena para plasmar las vivencias durante este tiempo y convertirlas en arte.
Así nació ‘Pandemia’, la primera exposición virtual, en la que mostró las creaciones que realizó con la inspiración que le proporciona la música clásica y usando los elementos que tenía a la mano: colores, plumillas y marcadores, entre otros.
Allí retrató, en dibujos, el comportamiento de los villavicenses y el ambiente que se ha vivido en las calles durante esta época. “Desde el primer día que dijeron que nos teníamos que acuartelar, me metí al patio y empecé a pintar”, dijo Cadavid, quien confesó que desde que se despertaba se dedicaba a esta labor y solo se detenía por un momento para desayunar, almorzar y cenar.
 
*Pantallazo de la exposición virtual / Galería Casa Cadavid. 


Ese tesón que le puso a este trabajo, lo transmite cada obra que está disponible, por ahora, en un video en el Fan Page de Facebook de Galería Casa Cadavid y que, seguramente, serán exhibidas en una exposición presencial cuando termine la pandemia. ¿Cuándo? Nadie lo sabe. Pero de lo que sí pueden estar seguros es que la magia de este lugar y la fuerza de Gerardo, a quien se le infla el pecho cuando habla de su pequeño mundo, permitirán que la Galería Casa Cadavid sobreviva, como lo ha hecho antes. Tal vez esa relación entre decepción y resiliencia de este lugar, conformará, más adelante, su relato más importante.  
Texto y fotos: ROGERS PÉREZ  / Director LLANO AL DÍA